25 noviembre 2008

El kilometraje en cero


El hombre de la ventana se ha posado para mí -miento-, observo la calma de las paredes, siento la noche como si no fuera porteña, me dan ganas de salir y encontrarme con los extraños, llegar a conocerlos de cerca.
Demasiado lejos -pienso-, no alcanzo a descubrir que practica, creo que se sienta y hace lo mismo que yo. Me queda corto el objetivo, las ventanas son lejanas y no puedo entender a que juegan las personas.
Sospecho.
Dentro del coche, sucede otra vez: pasan las mejores imágenes (yo sé, las fotos son gaseosas, imposible dispararles al corazón).
Un café más y voy a la cama, un café más. Extender este momento tan suave, sola y cómoda, el aire moldeando los músculos por debajo de la pollera, un plus de encantamiento.
No hay dudas: la naturaleza es estimulante. Entonces me quedo en casa y aprovecho, que salgan a pasear entre ellos, vacíen las botellas en nombre de uniones efímeras, brinden amigos porque hay alcohol para rato, sobra encantamiento.
Esta noche desde la sombra el viento desnuda el barrio, viajando acaricia sus caras sus pelos y quiebra con delicadeza las poses de viernes.

3 comentarios:

carmela dijo...

Está bueno eso de quebrar las poses. hay gente a la que le debería pasar más seguido.
¿no?


besotes gor.

carmela dijo...

verificación de la palabra de otro blog: PITEAS.


Me asusté y tuve que venir corriendo a contartelo. mua

Cecilia Maugeri dijo...

qué difícil es llegar sin nombres propios!! pero heme aquí, en tu blog :oP
Qué buena sensación!
Me encanta lo gaseoso de las fotos!! Te voy a pasar un cuento de Calvino, se lama "Aventura de un fotógrafo", para seguir con el encantamiento